UNA ARMONÍA NECESARIA

Hay que reconocer que los humanos tenemos tendencia a ser maniqueos o, puestos en plan técnico, binarios. Reducimos todo a esquemas muy simples que valen para ordenar un poco nuestra compleja mente. El problema es cuando nos creemos esa  clasificación y tenemos, por fuerza, que ser del «Barça» o del «Madrit», ir al cielo o al infierno, razonar o sentir, ser materialistas o espirituales y, para colmo, de ciencias o de letras. Tanto es así que algunos personajes de la cultura, que prefiero no recordar, presumen abiertamente de no saber nada de ciencias exactas o aplicadas; que es tan estúpido como un ingeniero de telecomunicaciones presumiendo de que nunca ha leído una novela.

Siempre que sale este tema de ciencia versus humanidades me acuerdo de una entrevista a Severo Ochoa que oí (y vi) en la televisión en hora de máxima audiencia hace tiempo (no sé si estas cosas se permiten ahora). El entrevistador le preguntaba por su trabajo de laboratorio y sus aportaciones a la ciencia; pero don Severo respondía lo que le daba la gana y terminaba hablando tanto de su trabajo como de sentimientos, afectos, arte y filosofía. El periodista mostró su asombro porque un personaje científico desviara la conversación hacia temas de letras, a lo que el premio Nobel le respondió algo así como: «siento mucho que no lo entienda; pero yo no tengo la culpa del Sistema Educativo que Vd. ha padecido».

Y es que nunca he entendido eso de que alguien sea de humanidades ¿Qué pasa, que si aprendo química soy inhumano?

Todo tiene un principio. Hasta bien entrado el S. XVIII los que podían acceder a la cultura no se preocupaban demasiado por su utilidad, se especulaba con los conocimientos por la pasión del saber, los eruditos a la violeta debían de saber un poco de todo y, aunque Cadalso criticara la superficialidad inherente a estos petimetres, ya quisiéramos muchos tener esa superficialidad.

La cosa se complicó cuando los conocimientos empezaron a tener utilidad, a ser prácticos. La ciencia ha pasado a ser algo necesario para que las sociedades progresen (algunas por lo menos). Al científico lo han colocado en el puesto que en algún momento tenían los magos. En muchas ocasiones se apela a la ciencia con una irracionalidad que chirría a los que trabajan humildemente en ella. Desde la publicidad hasta la tertulia de barra de bar se apela a los «estudios científicos» cuando se quieren fundamentar las opiniones más peregrinas.

Artes, ciencias y humanidades tienen algo en común: se las soporta siempre que sean útiles a fines que no son ni artísticos ni científicos ni humanitarios. Los contenedores culturales se hacen para que puedan ser inaugurados por las autoridades; reyes y politiquillos tienen sus mejores fotos cuando entregan premios a los que antes se vieron en dificultades para alcanzar ese grado de excelencia.

Eso de que un científico no entienda a un artista plástico y que a un poeta le importe un bledo el acelerador de partículas, supone que la sabiduría queda repartida en compartimentos estancos: especializada e incomunicada; útil para hacer cosas que venden mejor. El Mercado es el que coordina y, por lo tanto, domina las ciencias y las conciencias, las humanidades y la humanidad.

Los nutricionistas plantean (científicamente) que la alimentación variada propicia que tengamos mejor salud y los mejores platos se obtienen (artísticamente) armonizando sabores.

De la misma manera, armonizar saberes supone mejorar la vida. Al fin y al cabo de lo que se trata es de eso: de vivir mejor.

Se intuye -no nos andemos con justificarlo en «estudios científicos»- que hay una tendencia, lenta pero imparable, hacia la superación de esas barreras que se establecieron entre los conocimientos. Una de las razones por las que nos podemos sentir a gusto en la Enseñanza Secundaria es porque allí nos juntamos, y hasta nos revolvemos, gentes de todas las materias y los departamentos no son entes demasiado cerrados, se puede aprender de todos y es más fácil llegar a tener una visión holística.

Tenemos muchas posibilidades -y por lo tanto responsabilidad- en conseguir un mundo mejor, en equilibrio e igualdad de saberes y personas.

¡Vamos a ello!